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Calculando los horizontes

22/11/2015

Cambiemos, dentro de su perfil genérico de “centroderecha”, es un enigma. Sólo desde la mirada polarizante de la campaña electoral pudo surgir cómo posible y verosímil la idea de un gabinete con Melconian como ministro de economía. Y si no hubiera sido así es obvio que desde hace semanas Cambiemos considera todo a la luz del Teorema de Baglini (cuanto más cerca estás del poder, menos pelotudeces se dicen).

En la realidad la situación estara definida por una serie de rasgos que comienzan a emerger. El nuevo gobierno se encontrará ante un peronismo fragmentado y en derrota que habiendo perdido bastiones electorales clave vivirá un proceso dolorosísimo de transformación de su fisiología. Y además enfrentará el cansancio de la sociedad respecto del gobierno saliente, una falta de expectativas que le da algún margen para ensayar el rumbo. El rumbo del nuevo gobierno será un punto entre dos extremos posibles. De un lado se puede pensar que este contexto le dará, tal vez, y muy ajustadamente, viendo los resultados finales, la oportunidad  de construir un partido prevalente que, ejecutando un plan más parecido al de Bein que al de Espert, redefina un patrón de representación (no son inocentes las referencias de Pinedo a la necesidad de ser económicamente «Nestorista»). Pero no será fácil hacerlo pues las contraposiciones entre los factores más poderosos de la economía no son pocas, y cerrar un proyecto hegemónico en ese ámbito es más difícil que ganar los votos para constituir una mayoría electoral. Tampoco, viendo la exigua diferencia electoral, este gobierno contará con la anuencia fácil para un shock. El otro extremo es traumático: si cede a la compulsión de relevar una estudiantina por otra, estaremos más cerca que nunca de una catástrofe humanitaria. Entre esos dos extremos se encontrará la realidad: una amplia gama de puntos intermedios, todos ellos posibles en el marco de un costoso arreglo macroeconómico cuyas consecuencias se pagarían a futuro. En el cabrán reordenamientos parciales, resultados de múltiples batallas sectoriales, legislativas y calllejeras. En ellas se discutirá cuanto de mercado, cuanto de estado y como se orientan inversiones de un estado cuyo volumen y agilidad han aumentado respecto de otras décadas tanto como lo han hecho conglomerados de actividad económica privada. Para enfrentar esas batallas a favor de lo publico y la inclusión será mas que necesario que elaborar críticamente el pasado inmediato. En todos estos años, y en el proceso electoral mismo se ha forjado otro país y el resultado de la elección es, en parte, el resultado de no haberlo percibido y haber confundido la distancia de los electores con incapacidad de entender. Para salir a representar no bastarán los «ideales»: la reelaboración de percepciones y categorías de acción política vaciadas de productividad es un imperativo para todos aquellos que no creen en el caracter natural de las desigualdades y si creen en la vitalidad del espacio de la democracia para cuestionarlas y revertirlas. Los otros no interesan.

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